¿Alguna vez te has preguntado qué es lo primero que ve un visitante al entrar a una web? Un profesor nos lo dejó clarísimo en una clase: el texto, si tienes suerte, lo leerán un 10%, tal vez un 25%, o hasta puede ser que no lo lean para nada. En cambio, las imágenes y las fotografías serán lo primero que atrape su atención, y es aquí donde reside la gran oportunidad de comunicar, cautivar y conectar con la audiencia.
Imaginemos dos ejemplos. Supón que tienes una tienda online de ropa y decides subir fotos rápidas con poca iluminación y fondos desordenados. Lo más probable es que el producto pierda valor y no cause el impacto deseado, a pesar de que tengas las mejores descripciones. Pero si inviertes en fotos de calidad, con un estilo visual definido, buenos ángulos y fondo adecuado, el producto ya empieza a «hablar» por sí solo. Las buenas imágenes pueden decir «esto es profesional», «esto es confiable» y «esto es lo que quieres tener».
Otro caso que ilustra esta diferencia es el de los servicios. Supón que ofreces consultoría en línea y decides crear una página de aterrizaje (o landing page) sin invertir en fotografías de calidad, utilizando fotos descaradas de Google que no transmiten nada especial y pueden generar un problema con los derechos de autor. La página pasará desapercibida porque carece de personalidad. Pero, si usas imágenes cuidadas, que reflejan tu servicio o negocio, los visitantes percibirán profesionalismo y confiarán más en lo que ofreces.
Una imagen bien trabajada no es solo un adorno, es el primer paso para comunicar y vender. Las buenas fotografías crean la narrativa de una marca o un producto mucho antes de que el cliente lea cualquier palabra. En el mundo del e-commerce y las webs, donde los visitantes «escanean» más de lo que leen, una imagen de calidad marca la diferencia entre el éxito y la indiferencia.